18.10.07

fruta tropical

Miro al horizonte para imaginar un par de cosas. El sol, el reflejo en la ventana, el cansancio en mis párpados, el rojo en mis dedos.
Pienso en él un rato, le digo apodos en mi cabeza, paso mis yemas por su nuca, me apoyo en su hombro y disfruto su olor. Ahí, junto a su cuello, de abrir los ojos e inspirar, noto que su pelo es algodón; singular agridulce su tipo de manjar, a lo mejor la justa alquimia primaveral.
Súbito (sádico) su hombro se contorsiona y se transforma en un colchón, mi cuerpo lo traspasa seguro, dando el primer pie en otra dimensión. La frontera, su cuello, el pasadizo inexacto hacia lo paralelo, mi primer paso desde el oscuro rincón.

¿Entiendes? - Pregunta - Sí - Respuesta.

Una vez adentro, una mano se desliza silenciosa por mi vientre. Por atrás, un cuerpo se me pega y comienza a contornearse de un lado al otro, como al ritmo de un jazz. Sin seducir a seducción sigo el vaivén, mientras apoyo mi mano en su mano en mí. Y dejando caer mi cabeza hacia atrás, para justo en la curva baja de su cuello apoyarme, me doy cuenta de que no es él, sino ella, quién me había estado tocando.

Eres mi puta favorita.

Así desde aquella oscuridad vuelvo a traspasar el portal de su cuerpo tras el mío, cayendo de espaldas, la quiebro como vidrio insonoro, y con el golpe contra el piso vuelvo a mirar el horizonte, claro y matutino en la ventana; pero a mis espaldas esta vez sus ojos, algodones agridulces y a lo mejor un beso perdido entre los olores del amanecer.

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