de lo propio mucho de lo ajeno exceso

Es un movimiento lánguido de la púpila desamaestrada.
Las callosidades de mis desérticos andares, en compañías y señaléticas no tan desconocidas como quisiera.
Como que el refugio del dolor en mi garganta, fueran carencias de caricias o exceso de rasta en el pelo de mis amigos.
Arañas y bajos pensamientos de entre las musarañas que maquinas; dedos infinitos, largos y voluptuosidades abogadísticas de año bisiesto en las toneladas de belleza pajosa que se camufla en todas estas despedidas.
Es desde el exilio que camino contorsionando el tendón de mi pensar izquierdo, obstruido por una baratija anticonceptiva que alguna niña no-tan-cristiana se negaba a consumir para el placer obtuso de unos ojos delineados.
Y de noche me siento en sus muslos. Extraña y culpable de la saliva en el cuello. El olor de mi jabón y sus piernas largas con tomáte y vodka, mientras con mi taco cerceno la última sandía del verano.
Después de muchos intentos fallidos, unas indicaciones precisas lograron hacerme traspasar el lugar hasta tu abrazo, gentil saborizante de la amarga visión de ella y su cascada siempre presente al otro lado de lo que no conozco, incluso en mis sueños sobre ti, como una sombra hedionda a maleficio que me obstruye el respirar-té.
Aunque de todas maneras, sigue siendo lindo el olor a bencina en vicuña mackenna.
Así poco a poco, mis amigdalas comienzan a hincharse y las alturas me hacen reír. ahora cada vez que bajo escaleras me dá vértigo.