22.4.07

de esos otros demonios.

Estaba trasladando una vasija hermosa. Antigua. Que tenía guardada en el clóset desde hacía un par de meses. Era de vidrio y tenía detalles florales en verde oscuro.
Me acordé de ella hace unas semanas, de lo lindo que se veía en el velador de mi pieza. De las flores que ponía, de todas las veces que, durmiendo, la botaba al piso de un manotazo.
Un día, la vasija me miró y me dijo tranquilamente que no quería contener más cosas para mi. Que no quería ser más una vasija, que quería transformarse en un vaso o en un florero, o en algo indefinido que tenía que encontrar, por lo que se iba de mi para encontrarse a si misma. Y se fue.
Hace poco tiempo volvió porque tenía hambre. Me dijo que no me molestaría y que instalaría sus cosas en mi clóset para no importunarme. Bueno, pensé yo, si ahí adentro no puede molestar tanto.
Poco a poco se fue forjando el destino de mi vasija y yo. Todas las noches, salía de la puerta al frente de mi cama, un halo azul indescriptible más que en color. Salía aproximadamente durante un minuto, e iba siempre acompañada de una canción. No cualquier canción. Si no la canción que mi vasija solía cantarme para que pudiera dormirme en las noches.
Hoy, hace aproximadamente 20 minutos, decidí sacarla del clóset. Abrí la puerta y comencé a buscarla. La encontré, la tomé y dí un paso frente al espejo del baño.
Oficialmente mi vasija murió. De una mirada fortuita en el espejo, vi pasar a una mujer tras de mí, que con risa en la cara quería matarme de un susto. Fue con el flechazo de sus ojos y los míos, que de temor mis manos la dejaron caer. Y en mil pedazos la vasija de flores verdes se trizó en el suelo de mi baño.

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