no puedo leer a virginia woolf.
Puede que yo no crea en las mujeres. No, mi querido señor, yo no creo en nosotras. Ella por ejemplo, cruza la calle a las diez de la noche, semejante a un ángel caído. Tiene una mirada melancólica que se dirige hacia la nada. No está pensando específicamente, sólo está siendo increiblemente bella. Su pelo castaño oscuro, tomado en una cola, el movimiento justo de caderas al andar, la falta de sonrisa en su cara, todo hace que las comparaciones sean innecesarias. Ya en su casa, de vuelta de la caminata, se da el tiempo para recordarlo a él. Que me ama. Verdad, me ama. Al menos eso dice con sus nombres. Me ama todos los días. Si, hoy se lo voy a decir yo también; a lo mejor, esto que me sucede es amor. ¿No he yo de merecer todo esto?
Entonces pienso que a lo mejor no debería leer todas esas porquerías, porque no creo en lo que me estás diciendo. Y tú mismo no lo vas a entender porque tampoco entiendes lo que estoy tratando de decirte. Es un círculo vicioso y quiero sólo saber cómo es tu cara mientras me lees. ¿Estoy siendo lo suficientemente descriptiva?
Yo no creo en las mujeres. Caminan juntas las dos, por los patios de ese lugar al que vas al cine. Lentamente, paso a paso, se contornean bajo el sol, junto al prado, avanzando hacia la comida. Hacia la comida, ay si! Que ya se robaron los rulos de mi pelo una vez, y ahora no les queda más que dejarme un poco para mir propia satisfacción. Mejor te lo cuento así. Caminan ellas juntas, me ven, las veo. Y ella, dentro de su maléfico pestañear, sabe que puede manejarme como quiera. No a mi, a él. Hace lo que quiere, ay si! Que le pertenece, al igual que el otro que está escondido tras los matorrales. Entonces se contornea más si es necesario, es más dulce, más amarga, más indecisa, más cínica. Y no le importa, porque es bella bajo el sol, con su ama de llaves a la orden del día, y una receta de mentiras preciosas para cucharearle en la espalda a todo aquél que ella quiera enamorar. Entonces pasa cerca mío, y esbozan sus labios una sonrisa. Hola mujer, tanto tiempo! Cómo has estado? ¿Como va el amor? Yo aqui, sigo soltera. ¿Lo has visto? Bueno, mándale saludos míos.
No creo en las mujeres. Porque ella se las pasa pateando piedras. Porque es bella a veces, porque es bella siempre. No, porque sabe que es bella, para todos. Sabe que muchos le dicen cuán bella es. Pero no él. Para él, son todas lindas, todas especiales, menos ella. Un atractivo, un aura. Un no sé qué, Talca París y Londres, una chispa. El tiene una sonrisa escondida para todas, para cuando lo miran, para cuando lo ignoran, para cuando están siendo realmente aborrecibles. Él tiene un canto siempre para todas, menos para ella. ¿Dónde está mi chispa?