las libélulas
Hay una daga en mi mano, directo a tu muslo. Una lengua porfiada, un desafío.
Las palabras que enfunda la gente, el color malo que corre entre tus piernas.
La seguridad que nos abandona exquisita a través de inventar que no somos cuando queremos solo comer lunares ajenos.
Así un día, sé, que frente al fin de los tiempos, de los lugares y todo eso, vas a poder ver mi color en la ceguera, y desde tu cuerpo inválido, el tuyo como un relámpago antes mis ojos; la sangre que derramamos sin querer.
Después, estirar la mano y transformarnos en el ezquisofrenico que siempre debimos ser. Para en la inocencia, atravesar el miedo en amarillo.
1 comentarios :
a veces uno no se da cuenta y no quiere hacer sangrar, pero comenzamos a desear.. y así se nos pasa la vida,
mirando películas que nos dan una bella ilusión de lo que podría ser el amor con alguien tan excéntrico como Stephane
un beso
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