encarnaciones
Estaba dormido. Felizmente dormido, sin soñar nada. Con la mente tranquila, sin desesperaciones ni complicaciones, no con el pensamiento en blanco pero lo suficientemente quieto como para domarme el alma. Se debía, yo creo, posiblemente al actual reposo de mi cabeza sobre su pecho. Hermoso, oloroso y palpitante pecho. La perfección si me dejas, el lugar más cómodo para mi sien, el manjar sedicioso de mi locura.
Dormía sobre su respiración esa noche, feliz porque es el lugar desde donde mis pasiones se consideran oriundas. Estaba tranquilo, completo. Pero no fue hasta que su respiración se aceleró levemente que supe cómo despertar para una catástrofe.
Abrí los ojos, ella me miraba tiernamente, sin reproches, como comprendiendo todas mis alegorías. Me acaricio la mejilla, el cuello y me preguntó: "¿Qué estás haciendo?". Una extraña pregunta si me preguntas, más que nada con una respuesta lo suficientemente gráfica como para ahogar toda duda. Pero cuando algo es tan obvio, se escapa a nuestra vista a veces. Y su mirada, tan despierta, logró sacudir mi conciencia a tal punto de tener que erguirme para escapar de la comodidad de sus pechos y poder así mirarla más directamente y luego tajante lanzar mi última confesión: "Te podría haber amado, para siempre. Te hubiera dado la felicidad que mereces, las canciones, los perfumes, los acordes perfectos, siempre." A lo que ella, dulcemente respondío: "Lo sé y lo siento tanto, pero no puedo recibirte más, será mejor que ahora te despiertes".
Abrí mis ojos y mi abrazo era la almohada. El choque profundo vino cuando a mi lado otro cuerpo, otro éxtasis, yacía acomodado en mis hombros; quejumbrosa de las locuras nocturnas, exahusta de las desviaciones a las que la había guiado.
Una pequeña desilución, pensar dormir con quién se desea y luego despertar con la satisfacción momentánea.
Al menos con aquella conversación en quién sabe qué mundo o dimensión, sirvió para demostrarle/me, que la amaré por siempre, secretamente, furtivamente, aún cuando los amantes mueran sobre mi cama, cuando llega la madrugada.