Salimos a las 7 de la mañana en un land rover a recorrer el sur de Marruecos camino al Sahara, en una expedición que nos llevaría a través de las montañas hacia unos camellos y finalmente a reposar el viaje en un campamento de carpas árabes en medio de la nada.
Era lindo todo, pero siempre sentí que nos estaban metiendo el dedo en la boca; eso pasa constantemente en Marruecos: la poca regulación, la falta de boletas o taxímetros o precios fijos, termina generando desconfianza en el turista que se ve forzado a regatear todo, desde el precio del viaje en auto hasta el de la foto que le tomaste por curiosidad a unos bailarines en la plaza. En realidad, Marrakesh es una mierda de ciudad. Están todos hiperventilados porque les sueltes unas monedas, te persiguen por eso. Los vehiculos son más importantes que el peaton, por lo que ves motos paseándose por pasillos estrechos y a los marroquies pidiendoles perdón por no haberse echo a un lado para dejarlos pasar. Es un chiste. Pero bueno... lo que no me gustó Marrakesh se compensa con la hermosura del resto de Marruecos, y el modo de ser de la gente fuera de la ciudad.
Los berveres son el pueblo originario que se encontraba en Marruecos antes de la llegada de los musulmanos o los franceses o los españoles, o que se yo, Dios mismo. Un grupo de 7 nos estaba esperando con los camellos amarrados y dispuestos para llevarnos al campamento. Éramos unos 15 turistas, donde se contaban españoles, brasileros, una argentina, una chilena y nosotros 3, además de un par de eslovacos que no cachaban nada porque el resto todos hablábamos en español.
*Andar en camello es doloroso, o al menos lo fue después de 8 horas en 4x4. El movimiento te obliga a contraer los músculos todo el tiempo, y al rato el sube y baja o te excita si eres enfermito, o te empieza a revolver el estómago. Pero los camellos son bacanes. Hediondos, pero con cara tierna de que no cachan nada y ni les importa que estís encima de ellos.
Cuando llegamos, los bereveres, que tenían entre 20 y 23 años, nos sirvieron té en nuestra carpa (por alguna razón quedamos los 3 solos en una carpa para 8 personas. Eso nos apartó del resto de los turirstas, pero nos acercó a los bereveres que compartieron más con nosotros que con el resto). Intentamos comunicarnos y lo logramos mezclando inglés con francés y un poquito de español. Lo hacáimos bastante bien, y cuando no podíamos encontrar una palabra, el seba sacaba su libreta y dibujaba el concepto. Como un Pictograma du Mundi.
Ellos son exactamente como te imaginarías que son los árabes más autóctonos: con sus pañuelos en la cabeza y sus túnicas, sus pestañas largas y la piel tostada. Las manos ásperas y los ojos claros. No azules ni verdes, pero un café lindo, como pardo. Se reían harto, lo pasaban bien. Todos hablan árabe y berevere, y aplican chamullo al francés. El resto lo han aprendido trabajando con turistas.
Cuando ya íbamos por la tercera taza de té, se me ocurrió sacar el tarot para mostrarles las cartas, a ver si reconocían alguna. En realidad, quería también saber si es que ellos tenían alguna forma de lectura parecida, más allá del té. Uno de ellos, Yuseff, me dijo que su hermana leía una carta grande, que la sacaba por persona, pero qe lo hacía sólo para miembros de su familia. Eso fue lindo. Él se ponía el Tarot en el corazón.
Cuando les pasé las cartas, lo primero que les llamó la atención fueron los dibujos desnudos. Por ahí La Estrella y El Diablo, El Mundo también; se reían y se las iban pasando. A Yuseff le gustó la luna, creo que por el lobo que hay en mi baraja, pero en general la primera conexión con el Tarot fue super visceral. Me preguntaron cómo se leía y les expliqué. En un principio eran sólo 4, luego, a medida que se scuchaban las risas, llegaron más, hasta completar los 7 bereveres, todos dentro de nuestra carpa, fumando, tomando té, e inclinados hacia mí con las cartas en el suelo. Le leí el tarot a los 4 que nos acompañaron desde el principio.
Fue extraño porque antes de leer las cartas tuve que tomar una decisión: entre las dificultades del idioma, y las diferencias en nuestras culturas, ¿qué podía decirles? Si les hablaba de las espadas, del conocimiento, del intelecto, de la fuerza mental, ¿entenderían lo que les quería decir? Y cómo aproximaba los significados a su realidad? No sé si habré echo lo apropiado para la situación -tampoco sé si alguien puede realmente aconsejar lo “correcto” -el caso es que decidí olvidarme un poco de lo preciso, para guiarme más por los dibujos que tanto les llamaron la atención e ir aplicando de manera arquetipica cada carta. Por ejemplo, cuando ellos vieron por primera vez al Rey de Oro, dijeron “Principe de Marruecos”, así que tomé ese matiz para explicar las cosas. Cuando a uno de ellos les apareció la Sota de Bastos, supuse inmediatamente que se trataba de él mismo trabajando con los camellos, por ejemplo, dejando de lado el signficado más etéreo de la figura.
Fue una linda experiencia. Cada vez que les decía algo lo comentaban entre todos, tratando de explciarse entre ellos qué había querido decir yo, y aplicandolo en cosas reales. Cuando les hablaba de amor se tapaban la cara y se burlaban unos de otros. Al terminar las lecturas me dijeron La Especialist, o el fránces para La Especialista. Y Yuseff me dijo que dejaría los camellos para irse conmigo a Chile, y ayudarme a atender gente, así mientras yo les leía las cartas, él les servía té y acomodaba al resto.
Creo que esa noche en su totalidad ha sido lo más lindo, hasta ahora, del viaje. Después hicieron una fogata donde compartimos con todas las carpas, cantamos canciones y ellos deslumbraron con tambores, aplausos y bailes árabes. Ah! Y contaron chistes.