15.9.08

Es de Familia

Un amigo tiene problemas con el invierno y el otoño. Le dieron prescripciones, pusieron luces sobre él. Dicen que es genético, dicen que no lo puede evitar, dicen que se puede contagiar - pero a veces naces así.
Mi amigo, a pesar de todo, tiembla en las noche, pero ellos dijeron que no podían haberlo diagnosticado a tiempo.

Es tradicional, es hereditario, es con predisposición.

Todo el día me he estado preguntado, qué hay dentro de mí y a quién puedo culpar por eso.
Yo digo que es de familia. Esta familia que me lleva a grandes saltos, a abrir mis piernas a quien me quiera tener.

Me di cuenta que es de familia, honestamente has lo que quieras, quién sabe qué es lo que me va a llenar.

Mi amiga está deprimida, está aruinada, es un desastre. Le han hecho todo tipo de test y suponen que tiene algo que ver con la abuela de la abuela de su abuela, que fue infectada con algo por unos soldados de la guerra civil. Mi amiga tiene enfermedades y alergias que se remontan al siglo 17. De alguna manera ella se las arregla en miserables viajes a la ciudad, donde se desnuda y muestra sus mejores trucos.

Quiero decir.... bueno, yo estoy bien, bueno, estoy en el infierno, bueno, al menos tengo mi salud, o eso es lo que me dicen.
Si el bienestar es esto, qué mierda es la enfermedad?

Pero los negocios son los negocios, y aqui los negocios son de familia.

Tendemos a moretearnos fácilmente, enojo en la sangre. Les digo esto porque solo quiero que me conozcan, a mi y a mi familia, que somos gente maravillosa, pero no se acerquen mucho a mi porque pueden noquearme.

María ten piedad. Ahora mira lo que he hecho, pero no me culpes porque no puedo evitar mis orígenes. Escapar es algo que siempre hemos hecho bien.

Principalmente no puedo descifrar de qué estoy escapando. De su lástima, de la responsabilidad, escapando del país y de la ciudad. Puedo escapar de la ley, de mi misma, de mi vida, a las deudas. Puedo escapar de todo hasta desaparecer, escapar de la oficina o por una causa.
Puedo escapar usando cada galón de energía, pero no puedo, no puedo escapar de mi familia, se esconden dentro de mi; no cambies mi vida, ayúdame si quieres, pero no le digas a mi familia porque nunca me perdonarían, dirían que estoy loca o cualquier cosa para que me callara.

De nuevo, Amanda.

14.9.08

Desde júpiter con cariño

Hay una canción que no puedo escuchar. Son los acordes melancólicos sumados con los recuerdos que le adjudiqué hace 5 años atrás lo que hace que ahora se me parta el alma en pedazos cada vez que la escucho.
A veces pienso que es una estupidez, que debería ser capaz de disfrutar lo que las letras pueden darme en distintos momentos de mi vida; lograr aislar un evento de otro. Pongo limitaciones a mi capacidad de sensibilizarme frente a estas cosas, tratando de obligarme a simplemente disfrutar de buena música.
No puedo. Soy una revista abierta cada vez que siento estas melodías y con ellas vuelvo a recordarla cantando en el escenario del colegio, mirando a la nada, encontrándome en el público y poniéndose a llorar.
Porque no era mi dolor, era el de otra. No era lo que yo sentía, era lo que ella vivía. Y ese momento, tan extraño para mí, tan ajeno a la situación de ese entonces, me hizo consciente de mi propia tragedia personal. Del vacío que sentía tratando de no sentir.
Hoy el tiempo no es tan diferente. A veces alucino que soy otra, me miro al espejo y no me encuentro tal cuál, sino la misma de antes, un espejismo antiguo, un oasis donde soy inocente y no ha pasado nada de lo que ahora me acongoja.
Pero lejos de mi reflejo vuelvo a esta realidad sucia, donde estoy nuevamente lejos de ser, igual que antes pero más vieja, ingredientes separados de algo que no sé. Una sustancia preparada para eso que debería de estar, a estas alturas, descubierto o en camino.
(esto tiene que contar para algo. algo tengo que ganar con todo esto. sino, ¿de qué sirve? qué hago, qué quiero, cuáles son los caminos que necesito para después de verdad sentirme frustrada. tal vez el problema, ahora que no lo pienso, es que no tengo nada de que sentirme huérfana, pues no he pertenecido a ningún sueño).
Y no quiero perder, no quiero ser como ella, perdida en la pérdida. Esto tiene que valer la pena, tiene que ser digno de angustia, de pesadillas, de impaciencia. No quiero perder.
Soñé con peces, con mi prostituta favorita, con una casa a la orilla del mar. Pero eran los sueños de otra, la misma, cuando caminábamos seguras de que algún día, nos sentaríamos satisfechas a mirar las olas llevarse nuestra casa.
Una vez pensé que ya estaba todo escrito. Y tomé mi guitarra y canté su canción, en ese momento mía, frente a un columpio en el sur. Entoné esas melodías angustiosas para poder decirle que de verdad, de verdad. Y él me dijo que estaba bien. Después volvimos a la casa y la tocó en el piano mientras yo descansaba frente a la chimenea. Esa noche lloró silencioso a mi lado, pensando, supongo, que yo no lo podía escuchar.
Ahora la vuelvo a poner, cinco años después, pero nada. Le pertenece, como ese yo dispuesto a todo que era cuando no había nada escrito.
El problema, es que siempre he creído que puedo decifrarlos. A él, al otro. Al pasado adjunto que me carcome día a día. Mensajes torcidos, en pianos, guitarras, escritos, tatuajes. No es hasta después que me puedo dar finalmente cuenta de que en realidad no soy capaz de comprender nada, nisiquiera el masoquismo que me lleva a hundirme en estas canciones. Y es entonces cuando caigo, pierdo el sentido del viaje, sin darme cuenta de que las intenciones, la realidad oculta de lo que se quiere decir con los actos, las omisiones, las risas, el silencio, que se yo, están lejos de mi comprensión, incluso cuando han pasado años de olvido entre acto y acto.
Soy mi propia sombra, ahora que estoy muy lejos de sufrir.