24.9.07

no puedo leer a virginia woolf.

Puede que yo no crea en las mujeres. No, mi querido señor, yo no creo en nosotras. Ella por ejemplo, cruza la calle a las diez de la noche, semejante a un ángel caído. Tiene una mirada melancólica que se dirige hacia la nada. No está pensando específicamente, sólo está siendo increiblemente bella. Su pelo castaño oscuro, tomado en una cola, el movimiento justo de caderas al andar, la falta de sonrisa en su cara, todo hace que las comparaciones sean innecesarias. Ya en su casa, de vuelta de la caminata, se da el tiempo para recordarlo a él. Que me ama. Verdad, me ama. Al menos eso dice con sus nombres. Me ama todos los días. Si, hoy se lo voy a decir yo también; a lo mejor, esto que me sucede es amor. ¿No he yo de merecer todo esto?

Entonces pienso que a lo mejor no debería leer todas esas porquerías, porque no creo en lo que me estás diciendo. Y tú mismo no lo vas a entender porque tampoco entiendes lo que estoy tratando de decirte. Es un círculo vicioso y quiero sólo saber cómo es tu cara mientras me lees. ¿Estoy siendo lo suficientemente descriptiva?

Yo no creo en las mujeres. Caminan juntas las dos, por los patios de ese lugar al que vas al cine. Lentamente, paso a paso, se contornean bajo el sol, junto al prado, avanzando hacia la comida. Hacia la comida, ay si! Que ya se robaron los rulos de mi pelo una vez, y ahora no les queda más que dejarme un poco para mir propia satisfacción. Mejor te lo cuento así. Caminan ellas juntas, me ven, las veo. Y ella, dentro de su maléfico pestañear, sabe que puede manejarme como quiera. No a mi, a él. Hace lo que quiere, ay si! Que le pertenece, al igual que el otro que está escondido tras los matorrales. Entonces se contornea más si es necesario, es más dulce, más amarga, más indecisa, más cínica. Y no le importa, porque es bella bajo el sol, con su ama de llaves a la orden del día, y una receta de mentiras preciosas para cucharearle en la espalda a todo aquél que ella quiera enamorar. Entonces pasa cerca mío, y esbozan sus labios una sonrisa. Hola mujer, tanto tiempo! Cómo has estado? ¿Como va el amor? Yo aqui, sigo soltera. ¿Lo has visto? Bueno, mándale saludos míos.

No creo en las mujeres. Porque ella se las pasa pateando piedras. Porque es bella a veces, porque es bella siempre. No, porque sabe que es bella, para todos. Sabe que muchos le dicen cuán bella es. Pero no él. Para él, son todas lindas, todas especiales, menos ella. Un atractivo, un aura. Un no sé qué, Talca París y Londres, una chispa. El tiene una sonrisa escondida para todas, para cuando lo miran, para cuando lo ignoran, para cuando están siendo realmente aborrecibles. Él tiene un canto siempre para todas, menos para ella. ¿Dónde está mi chispa?


22.9.07

¡Ella no sabe cantar!! Ese es el problema, que ella no sabe cantar!! Y que tu intentaste aprenderte todas sus canciones mientras tanto! Qué quieres que te diga, que estoy sólo un poco resfriada de ti? o si, pequeño tú, saltamontes y wea. no espera, pero es que él, el otro digo, él dice que soy tan, pero tan, pero tan hacia el infinito. Yo y todos los roedores de por estos barrios. Digamos que en el fondo, es que ella no sabe nada de música. Viene y dice palabras, rimas, tonos, acordes y cosas, y con eso tu piensas que su hermana es santa. Lo piensas, lo crees, todo hasta que el encanto desaparece. Aqui, desde abajo, no sabes lo que éramos. Tan pequeños mi amor, tan chiquititos en la sombra del mandarino, de un árbol de mandarinas en el fondo del jardín. ¡ Y que digo fondo! ¡Si soy una mentira! ¡Y que digo fondo! Si en verdad me resfrié para poder culparte.
Entonces en esos momentos en los que recibo tu mensaje, tus olores, esos aromas, tus olores y conversaciones camufladas de sonrisas, es en esos instantes en los que creo que más vale retorcerse en los impases absurdos de una canción que no entenderás nunca, que estar mirando unas felicitaciones constantes y las bendiciones inteligibles de un pasado concreto. ¡Ese es el problema! Que ella no sabe cantar, y tú no sabes recibir.
Entonces, en lo pálido, aqui donde soy, donde estoy, en mi piel blanca, en mis venas, azulitas, transparentes; en mis venas que la paula también puede ver en su escote. Aquí, donde somos pálidas y no desabridas, es desde donde entonamos esta canción. ¡Que yo si sé cantar! Y mientras caigo, mientras sobrevuelo la picada, ellas planean conmigo, el ataque masivo a los mecanismos de defensa.

11.9.07

incendiarios y masoquistas

Estábamos por ahí, rodeados de campo y de viento, en esos hermosos lugares fuera de Santiago. La noche anterior, y siguiendo todos mis impulsos, le había robado un beso en la oscuridad. Lo típico fue que me respondió la acción y después, mucho rato después, cuando pensó que ya me había dormido, se puso a sollozar en silencio.
Al día siguiente, cuando logramos estar solos, fuimos al vació que había dejado una piscina años atrás, para instalarnos, él en el columpio occidado y reluciente, justo en el medio del jardín, y yo en el suelo, en el límite donde su balanceo alcanzaba el vuelo.
No teníamos mucho de que hablar. Había sido un error, como siempre. Habían sido mis impulsos, los llantos en mi hombro supuestamente dormido, aquella otra persona a la que estábamos hiriendo deliberadamente, la sabrosa culpa con olor a nosotros que ninguno de los dos quería admitir. Él empezó a mecerse lentamente, intentando rozar sus pies con mis rodillas.
Meses después me hechó la culpa a mí. Me dijo que me amaba, como nunca antes había amado a alguien, pero la mejor manera de tenerme, era lejos. Que el vacío, la soledad que mi compañía le producía, le eran insoportables, que la única manera de vivir, era sin mí. Y que nunca dudara de que me amaba...
Ese día de agosto, sentados en el sur, le regalé uno de mis tesoros. Le dije, Hey! pensé que los dos necesitaríamos un amigo a quien recurrir. Pero nada ha sido lo mismo y no es porque seas azul, sino que porque a veces te respiro, para saber que tú sabes. Porque a veces nadas en mí y luego encuentro tu escritura en mis paredes.

Esa noche el decidió besarme por cuenta propia.

Decidió, al final de todo, que yo era su manera de desilucionarse de la vida; que a través de mi, lo habían obligado a crecer.




(el tipo se olvidó quién yo era, asi que la canción es "nuevamente" mía.)

1.9.07

la llorona?

¡Para! ¡Así no es! Tienes que ponerle un ánimo distinto. Mira, cierra los ojos. Imagínate que estás tirada en el pasto…cualquier pasto, eso da lo mismo. El día está soleado y hay una pequeña brisa. Estás como ensimismada, pensando en cualquier cosa. Todo bien, el mejor momento de tu vida desde hace mucho. La calma, la paz, el vientecito. Ya, ahora empieza a llover. Si, te da susto al principio porque no esperabas mojarte ese día. Pero echada en el pasto, con toda la calma que habías logrado con el sol, la lluvia no te inmuta. La ignoras, comienzas a ver la belleza de las gotas en tu cuerpo, sientes como las nubes te protegen. Logras disfrutar de la lluvia como si fuera el sol. Ya, ahora la lluvia se transforma en granizo. Por más calmada que estás, esta interrupción es dolorosa. No puedes evitarlo, primero te asustas y tratas de mantenerte acostada hacia el cielo, pero luego la constancia del golpe en tu cara, en tus muslos, en tus brazos…¡Te tienes que parar! ¡Luchas un poco para soportar el dolor y la incomodidad, pero no puedes! ¡Necesitas salir corriendo! ¡Ahora! ¡Luces…!

-“no se trata de que este loca, se trata de que tu no quieres ver la verdad. No estamos aquí como condenadas, tú me hablaste, yo te hable, las dos aceptamos. No se supone que tengas que llorar en momentos como este. ¿Que quieres que haga yo? ¿Que me tire del balcón? ¿Que me haga un tatuaje con tu nombre? ¡Dime que mierda quieres! Yo no puedo seguir así, te amo y todo eso, pero ¿qué saco con estar tan ahí, si tu sólo piensas en lo qué pasó antes? ¡Evoluciona! Yo llevo 3 meses tratando de dejar de pensar en lo que pasó y lo estoy haciendo bien. No se trata de que esté negándolo, estoy superándolo, que es muy distinto… ¿Por qué no me quieres? No quise en ningún momento hacerte daño, no debías verme tú. Ese día…tú no estabas, no lo hice, no pensaba, creí que las cosas serían distintas. Tampoco fue por ti…ni por mí. Nosotras éramos lo único, seguimos siendo lo único, lo más…Pero, ¿te sirve lo que te estoy diciendo? ¿O mejor me callo? Porque tu cara, ¡Deja de llorar! Te estoy explicando una cosa, no es tan terrible, es como me siento yo, pero si no paras de sollozar no llegamos a ningún lado ¿Cómo crees que me siento yo, ah? ¿Tener que vivir con estas cicatrices? Te parece muy fácil tener que…”
-¡Para!
-Si, disculpa, no me sale…