27.8.07

de entre las sábanas II

Después, al día siguiente, abrió la puerta de mi pieza de un sobresalto. Yo, acostumbrada a que a esas horas, mi madre era la que me despertaba, ni me molesté en abrir los ojos. Verano, verano señores! Época en la que los corazones florecen a veces, y nos molestamos un poco en palpitar tan seguido que las configuraciones del cosmos nos alimentan tardíamente!!! Eso fue lo que pasó! Las lágrimas se bararon en las babosas percepciones de un verano atrasado...
Entonces sentí un peso encima mío. Cayendo sobre mi costado, de polera naranja, calzones blancos y sábanas burdeo enredadas entre mis pies, me dijo, linda, vine a buscar un cd. Y yo le dije, ahí por ahí, sin abrir los ojos, con el corazón en la garganta de saberme medio sin ropa ante la vista que no me veía por las sombras matutinas de mi pieza.
Y nuestra historia empezó ese día, entre sábanas, para seguir entre otras, de otros lugares del mundo, pero siempre horizontales, hasta el final, doloroso y paupérrimo, de la sangre que me despertó una mañana, mojada entre mis rodillas, caliente de vida muerta, embarrando las mismas sábanas blancas en las que me supe querer la primera vez. Así mismo, casi desnuda, fui no madre una mañana de otoño y entre sábanas nuestra historia terminó.
(aunque luego él, de palabras veraniegas y susurros invernales, experto mentirón de los halos cristaloides, convenció a otra señorita de que por favor, le plantara un bosque en el surco del lagrimal izquierdo)

explosiones

Entonces había estado con él el fin de semana pasado. Habíamos bailado por ahí y era super tierno, porque no se sabía las canciones que bailaba. Me parecía todo espectacular.
Había ido a ese cumpleaños, sin ninguna expectativa. La gente dice que es bueno no tener expectativas. Entonce fui y nos encontramos. Nos miramos, nos reconocimos, sabíamos en el fondo que éramos interés mutuo y sin duda nos supimos exclusivos, aún así, en la penumbra de una fiesta, a tres metros de distancia, con un copete en la mano y sin expectativas.
Si, luego nos acercamos, luego bailamos mucho rato y bebimos una piscola más. A veces mientras nos movíamos, yo miraba hacia el piso para poder tener un momento sola y sonreírme; la falta de costumbre en este tipo de situaciones me hacía más vulnerable a sentirme fuera de lugar, pero obviamente no quería que el supiera eso.
Me da un poco de risa, los hombres son bastante risibles. Creo que todos deben de tener algún tipo de estrategia, o al menos una idea preconcebida de como lanzarse hacia dar un beso. La cosa es que a veces cunetean un saludo (disculpame)a veces se acercan como si nada, y bueno, en este caso, se menean y te miran directo a los ojos y te sacan un beso, dirigiendo suavemente tu barbilla hacia arriba, para el encuentro supuestamente casual, de tus ojos y los suyos.
Fue así como sucedió y siguió sucediendo toda la noche áquel fin de semana. Luego los días avanzaron y me di cuenta que había surgido en mí una especie de liberación femenina. No en el sentido ninfómano que se puede pensar, sino que de una forma interna, que afectaba mi razocinio. Me gustaba el tipo, y mucho. Lo esperaba todo el rato, pensando en los amigos en común, en el msn, en las fotos, en todas esas cosas.
El punto final, es que pasó la semana completa y supuse de por sí que no había nada más. Nuestra historia se había resumido a una noche de verano y una noche de otoño, en distintos lugares del país y por casualidad. Una vez asumida esa realidad, salí a carretear de nuevo.
El escenario era distinto. Toda la noche, cerveza, vodka, y algun experimento no tan fallido que me alcanzó un amigo, y nadie nunca más me bajó de la pelota. Excepto por él. Otro él.
Lo que quiero decir ahora, en esto que estás leyendo, es que hay ciertas cosas que suceden en un nivel incoloro, pero que se escuchan y se ven, y cuando suceden uno sabe, lo reconoce y no hay vuelta atrás.
Por que esta otra vez igual bailamos, igual me reí pero en su cara, y supe desde el principio cuáles eran las intenciones de la noche. Citando a una película que alguna vez me desgarró el útero, tuve un momento para decidir. Si seguir con lo que estaba pasando o simplemente dar un paso atrás y reconocer que aunque el niño anterior no me había llamado, igual me gustaba. Pero no lo hice. Dije, ya bueno ya, que más da. Y me dejé llevar hacia un beso, bastante público por lo demás, en el que no estaba yo, sino que estaba el otro niño.
Y en el momento en el que puse mis brazos alrededor de este cuello ajeno, y dejé que el impulso de la ebriedad hiciera su parte, en algún lugar del cosmo explotó mi karma, y sentí, lo juro por Dios, una explosión pequeña, como de bombita de agua, donde todos los sentimientos y sensaciones que habían entre él y yo, se habían reventado con el sólo toque de mis labios en los de otra persona. Así, sin ser jamás descubierta, él me dejó por infiel.