28.5.07

Se nos cae el vino

Pensé, la culpa la tienen los hombres del sur. Los hombres del sur, mamá! Los hombres del sur, que te aman. Que te traspasan tan profundamente que cuando los dejas de amar, te dejan infecciosa.

Cuando hace un ¡Salud! se le caen los vasos a veces. A mi se me cae la cerveza en la alfombra del vecino, el vodka en el baile y los cánguros en las esquinas. Me encanta equivocarme tan naturalmente.

24.5.07

Elevados

Tomás: Pero nunca te he visto así como, ebria ebria.

Isi: No, es que no me curo así muy fácil.

Nacho: Pero te tocas rápido.

Tomás: ¿Como?

Nacho: Que ella se toca muy rápido.

Isi: ¿Cómo me "toco"?

Nacho: Si po, no te curai, pero te tomas dos piscolas y como que te cambia la cara. Como que te sientas distinto y hablas distinto.

David: Si, es verdad. Más linda la isi, como que derrepente se queda callada, se apoya como en la mano y pone como cara de pena, de melancolía. Y yo le pregunto, que te pasa isi? Y no, nada, y cambia la cara y se pone a conversar y de ahí en un rato lo mismo.

II

Pablo: (...) esa canción de los beatles. A ti que te parece isi?

Isi: no sé, a mi en verdad no me gustan los beatles...

Nacho, Pablo y Tomás: ¡¿QUE?! (elevado)

Tomás: Isi no te pueden no gustar los beatles!! Ellos son la música! No hay nada mejor que ellos. No, te me caíste. Y eso que te respetaba porque algo sabías de música, asi como que igual cachay po...No, no lo puedo creer...

Nacho: Eras mi mujer perfecta. En verdad, pero ahora ya no. Eras mi mujer perfecta pero ya no.

Pablo: Isi, que no te gusten los Beatles es como que no te guste Pink Floyd.

Isi: Tampoco me gusta Pink Floyd.

Nacho, Pablo y Tomás: ¡¿QUE?! (elevado)

Tomás: Isi wn, que tenís en la cabeza!!!

Pablo: Ya y ¿qué te gusta entonces?

Tomás: Le gusta Tori Amos. "Tengo los 10 cds". Es lo único que es siempre bueno, o no?

Isi: Puta la weá, siempre hago la media introducción para decir que no me gustan los beatles.

Pablo: Pero, ¿por qué no te gustan?

Isi: Si no es que no me gusten, osea, no los encuentro malos ni nada, pero no me producen nada, cachay?

Tomás: Pero wn!!

Nacho: Me vas a decir que el cd blanco no es el mejor cd que existe?

Isi: Pero si no son malos!!! Puta...

19.5.07

la marca de las sábanas y otros sacrificios.

Ella sabe que me gusta inclinar mi cabeza hacia mis tobillos para tener una mejor visión de lo que me está haciendo.
Sabe que me gusta que me susurre al oído que soy la más linda. Y que me encanta enterrar mis uñas en su espalda.
Sabe que me gusta que me acaricie el muslo hasta arriba y que me recorra el cuello con la punta de la lengua. Que me mire a los ojos, justo en el momento.
Ella sabe, y lo sabe muy bien, como me fascina que me tome la nuca cuando me besa. Conoce a la perfección los movimientos de mi lengua en boca ajena.
La encanta que le cuente como me vengo, como gimo y me contraigo cuando llego, como aprieto sus caderas con mis muslos, justo ahí.
Le encanta saber como me desviste, como conoce mi ropa, y la manera que tiene para reconocer mi olor en cualquier lugar, aún cuando ya me he ido.
Lo que más le gusta de todo, es saber como él es un experto en mis lunares; que sabe dónde están, cuáles son sus tamaños, sus colores y como combinan a la perfección con mi piel blanca.
De noche, cuando está sola, se imagina su cabeza castaña entre mis muslos, y mis dedos aferrándose a su pelo o a las sábanas, cuando ahí, justo ahí.
Luego busca en él todas mis marcas, mis manos que saben donde crear escalofríos precisos, torturas placenteras, que dejaron marcados en su piel, todos los senderos que a él le causaban más ansiedad, cuando no me tenía.
Le encanta recordar en sus recuerdos cuanto goza conmigo. Es su pasatiempo favorito, pensar como me penetra silencioso, cada vez que ella no está.
Cómo se goza, ¡sí!, cuando ella no está.
A mí lo que más me gusta, es sentir como se la jala en mi espalda desnuda, todas las mañanas.

13.5.07

ella que se tropieza sobre el

Estaban sentados escuchando música. En la pieza de estar, en medio de la noche, sus sombras rebotaban en la pared justo al frente de donde apoyaban la espalda. Hacia 6 canciones que habían dejado de hablarse. Ya no se miraban.
Ella usaba una polera negra, de manga larga, con escote redondo. Tenía el pelo amarrado en un tomate y le caían unos pelos porfiados por la cara. Usaba una falda corta. Una minifalda de jean y pantys negras, redecillas. El llevaba un pantalón verde oscuro y una polera blanca. También de manga larga.
Se habían sentado en el piso, a pesar de tener un sillón lo suficientemente amplio para los dos, justo al frente de la radio. El no sabe realmente porque se sentó ella en ese lugar, supone que era para que la lámpara reflejara su sombra o para hacer algo distinto. No sabe. Pero la siguió igual, sin preguntar nada.
Las últimas palabras que se dirigieron fue para discutir qué música escuchar. Decidieron finalmente, poner todas las opciones y dejar que la radio decidiera. Terminaron escuchando a Gepe.
El silencio musical que los enredó durante los primero 30 minutos fue en un principio incómodo, pero al cabo de 10 minutos, habían logrado transformarlo en comunicación. Los movimientos que ella hacía con su cabeza, tan sutiles e inexactos, le eran transmitido a el a través de las sombras en la pared. Todas las reacciones que ella tenía, eran interpretadas por el de distintas maneras, que confundido al lado del sofá, quería solo poder voltearse para poder oler su cuello. La verdad, era que ella solo se impresionaba por las canciones. Aunque a veces, le daban ganas de apoyar la cabeza en su hombro y cuando esto sucedía, movia su cabeza hacia el. Nunca alcanzó a realizar el acto; sus inseguridades se lo impedían.
Las cosas sucedieron, como típico en ellos, por un error. El primer paso fue un tropiezo de ella, cuando justo por la emoción que le causó una de las canciones del disco, se movió sin pensarlo, apoyando sus manos en el suelo, justo posando la mano derecha sobre la mano izquierda de él.
Este, que había estado esperando una señal por mucho tiempo, se vio ilimitado por el gesto, decidiendo sin meditación, que era el momento de besarla. Se acercó hacia ella lentamente, para que se diera cuenta de lo que iba a hacer, pero lo suficientemente rápido para que no pudiera resistirse.
Cuando se juntaron, ella sintió que se le escapaba el corazón de una carrera. Estaba nerviosa, hasta que él, en un arranque de emoción, y manteniendo las manos unidas en la alfombra, fue a buscar su cuello con la manos derecha.
El olor, el aroma, los labios perfectamente delineados que ella lucía como si nada. La música, las luces, el pelo largo que ella enredaba en sus dedos cuando llegaba a su nuca.
Felices estaban, besándose por canciones enteras. Abriendo los ojos de vez en cuando, esbozando una que otra sonrisa cada vez que se encontraban espiándose. A estas alturas, ella ya se había apoyado en la pared, atrayéndolo con el brazo enredado en su cuello.
Del cuello, su mano bajó a su cintura. De 7 canciones, el cd terminó y comenzó a sonar Portishead. Cuando los dedos de el rozaron un trozo desnudo de su cadera, ella como reflejo, dobló ligeramente la rodilla izquierda. Y él recordó así cuanto le habían gustado siempre sus piernas. Y decidió recorrer sus muslos, con su palma temblorosa por el costado y girando por la rodilla para devolverse por dentro.
Y ella no decía nada, porque sus rozes eran perfectos y ya sus sombras no eran dos, sino una grande y deforme figura en la pared.
Y él, que emocionado repasaba lentamente su lengua en la de ella, seguro de que no dejaría nunca más de besarla, seguía explorando su muslo.
Cuando el límite de la falda terminaba, y se acercaba cada vez más hacia donde nunca pensó que ella le permitiría llegar, el roze del muslo, cubierto por una panty negra de redecilla, cambió radicalmente a una suave contextura. Ella llevaba pantys cortas, que llegaban hasta la mitad del muslo y por lo tanto, el había llegado sorpesivamente a su piel. Del impacto, el beso que los unía se vió estrepitosamente interrumpido, la miró a los ojos, sorprendido y buscando una explicación.
Ella entonces divertida le sonrió, y tomándole la cabeza con las dos manos lo devolvió a sus labios. Él supo, en ese minuto, que nunca más podría salir de ahí.

10.5.07

para alguien. para mi. humphrey we´re leaving

él: necesito hablar contigo
ella: la última vez que hablamos, sr. smith, usted me redujo a lágrimas. Le prometo que eso no ocurrirá de nuevo.

ausencias, preferencias y otras pestes.

tratando de pensar todo este tiempo, en escribir algo que pudiera ejemplificar mi estado anímico actual, me vi momentáneamente acorralada en el exceso de inspiración.
Muchas palabras, muchas ideas, infinitas cosas que decir, pero una falta de coraje abismante.
Así bueno, en un día de recordar mi infancia, el sur, el norte, los vientos, los techos y los ojos verdes de mi madrina que por ahí navega en sus pulmones, pensé que tenía que ser un poco más como los Von Trapp. O como María, más que como la familia. Pensé que a lo mejor, si lograba enumerar todas mis cosas favoritas, estas sensaciones se irían e incluso a lo mejor podría ordenar más fructiferamente mis ideas.
Pero no. Siendo que mi brazo está estirado (y no es una metáfora)y sí, estoy ciega, lo único que me queda por escribir es nada. Y ofrecerles al menos un video, que me transporta a mi propia infancia, para que a ver si tú, logras también mejor, enumerar tus cosas favoritas. Y en el camino yo, logro acostumbrarme a las ideas.

metafora no, mas la casa de donde vengo llegando.

Hay una casa en la mitad de todo. De la calle, de la selva, de los cisnes, de las amalgamas dentífricas en los dientes de casi todo el mundo. Ahí, justo al medio, hay una casa.
Tu puedes ir cuando quieras, siempre hay alguien esperándote. Se llama Soledad y es la recepcionista. Tiene el pelo café, la piel oscura pero no tanto, y unas uñas perfectas, delineadas y cortadas con suma delicadeza, brillantes y transparentes como los anillos que sus dedos no llevan.
Cuando llegas, ella te recibe. Tiene una voz dulce, y cuando te habla, da un poco de sueño.
Abrir la puerta es siempre el primer paso. Cuando entras, el primer respiro es el que determinará tu estadía. Los aromas que sentirás en cada rincón de la casa, están ahí cumpliendo una función. Si sientes nostalgia, eucaliptus expelirán las velas. Si es amor, tulipán. Y cuando tus sensaciones varíen, aún cuando no te hayas movido, los olores cambiarán por ti.
En el segundo piso está la locura. Una sala con espejos y ventanas, con calefactores y aires acondicionados, velas, cuadros amarillos, un sofá, dos baños, muchas camillas y una puerta que no se cierra nunca.
Por ahí deambulando hay un hombre inglés. Alto, muy alto, rubio, muy rubio, derecho en su caminar y directo en su mirar. Si te lo encuentras mejor que lo saludes, porque el siempre sabe cuando estás en la casa, cuantas veces has venido y cuando vas a volver. El inglés y la Soledad son muy amigos, han trabajado juntos hace años.
Por las noches, llega una princesa. Árabe, no como la piensas. No con corona, no con amuletos. Con el ombligo descubierto, con monedas en las caderas. Cada paso que da, es perseguido por un centenar de tintineos. Si ella te ve, bueno, te va a corretear de la manera más sensual posible y te correrá de la casa.
Y bueno, ahí termina todo. Luego, cuando vuelvas, las cosas serán a primera vista, las mismas. Pero te engañas si crees que son iguales.

4.5.07

trozos de sandía

1. Compre semillas de Sandía. Puede hacerlo en muchos lugares, ahí depende de donde se encuentre, de la cercanía de las posibilidades, de sus intereses, etc.
2. Plantar las semillas. El mejor lugar es siempre el patio de su casa, pero si vive en departamento, puede siempre hacerlo hidropónicamente o techisticamente, volátilmente, arrendar un terreno, comprarse un campo o pedirle prestada la casa a alguien.
3. Crecer las semillas. Dicen que a los miembros del reino vegetal, hay que hablarles. Al parecer les hace bien escuchar a Mozart y Metal de vez en cuando, pero no está realmente comprobado. En el caso de las sadías, es mejor no hablarles, porque se ponen celosas unas de otras. Si no me cree, vaya al campo y lo puede comprobar en terreno. Puede tocar guitarra. Eso, en algunos casos, hace el interior de la sandía mucho más dulce y jugoso, y el verde exterior, resplandeciente.
4. Cosechar. No hay mucha ciencia en eso. Crecen las sandías y las saca bien de la tierra. Recuerde que tiene que limpiarlas de la tierra para después poder ejercer correctamente el paso número 5.
5. Ponga todas las sandías que obtuvo en una cesta gigante o cualquier tipo de recipiente que pueda contenerlas a todas. Una vez instaladas, cuando están todas a la vista, comienze a golpeterlas con la palma abierta, una a una, para poder comprobar el sonido. Eliga la sandía que reproduzca desde lo rojo el sonido que más le guste.
6. Con la sandía escogida, se completa la receta. Lo ideal para terminar, es vestirse de blanco. Como herramientas, necesita en este caso un cuchillo que le sirva para cortar la sandía y un martillo o cualquier elemento que le sirva para aplastar. Cuando haya conseguido estos últimos elementos, puede pasar al siguiente paso.
7. Definitivo. Tome el cuchillo y parta la sandía en dos. Tomé una mitad y comienze a comérsela. La parte roja, jugosa, exquisita, devórela con locura, no lo piense tres veces, sienta como corre el jugo por las orillas de su boca y como va manchando su ropa blanca. Deje lo verde. Luego tome el otro pedazo y con el martillo, comienze a pegarle. Péguele lo más fuerte posible, que salte jugo a su cara, que la mesa se chorree entera. Sienta el poder de aplastar y deshacer la sandía. Hagala añicos, no puede quedar nada. El trabajo estará realizado cuando lo rojo sea solo un jugo y lo verde esté tan golpeado que no sea reconocible. Si está de ánimo, siempre puede comerse los trozos de sandía verdes, pero no es absolutamente necesario.
*si desea repetir el ritual, sólo tiene que escarbar en la tierra y buscar las sandías que crecerán sin su permiso.